El lanzamiento del libro “Comunicar para transformar: Subakaneria, Medios de Comunicación” marca un hito en la educomunicación en Colombia
La profesora y comunicadora Gloria Esperanza Huérfano Moreno presenta oficialmente su libro “Comunicar para transformar: Subakaneria, Medios de Comunicación”, una obra que reúne trece años de historia, resistencia y revolución pedagógica gestada en el Colegio Nueva Colombia de Suba.
El texto nace de una experiencia viva: Subakaneria, un proyecto de educomunicación que empezó con una cámara prestada, una libreta reciclada y la certeza de que los estudiantes tenían algo urgente que decir. No fue un programa curricular ni una actividad escolar más, sino un acto de justicia comunicativa: un refugio de expresión donde la palabra se volvió herramienta para sanar, resistir y construir paz.
El libro relata cómo, en un entorno donde solo hablaban las voces adultas, surgió una chispa que convirtió el aula en sala de redacción, la timidez en crónica y el dolor en reportaje. En sus páginas, Huérfano recoge los aciertos, errores, lágrimas, risas y milagros cotidianos de un movimiento estudiantil que aprendió que su voz no solo importa, sino que puede cambiar el mundo.
“Este libro no es un recuerdo nostálgico, sino una memoria viva. Subakaneria sigue resistiendo y necesita ser contado con verdad y con alma. Es un testimonio colectivo escrito con las voces valientes de mis estudiantes y con el corazón de quienes nunca se resignaron al silencio”, afirma la autora.
El lanzamiento marca no solo la publicación de un libro, sino también la consolidación de un proceso pedagógico reconocido como una revolución silenciosa desde el aula, que sigue inspirando a escuelas, universidades, editoriales y comunidades educativas a nivel nacional.
PRÓLOGO
Una chispa en medio del silencio
Durante años, la escuela habló sola. Habló desde los tableros, desde las carteleras institucionales, desde los reglamentos, desde las voces adultas que dictaban lo que debía saberse, repetirse y callarse. En medio de ese murmullo unidireccional, las voces de los estudiantes —esas voces llenas de vida, de contradicciones, de preguntas sin resolver— eran apenas ruido de fondo, susurros que el sistema no sabía ni quería escuchar.
Hasta que un día, en una esquina del Colegio Nueva Colombia, una chispa encendió el fuego de la palabra
No fue con un megáfono ni con pancartas. Fue con una cámara prestada, una libreta reciclada, un micrófono hecho con voluntad, y sobre todo, con una convicción inquebrantable: que los y las jóvenes tenían algo urgente y valioso que decir. Así nació Subakaneria, no como un proyecto de aula más, sino como un refugio de expresión, una trinchera pacífica y una escuela paralela, donde el lenguaje no se impone, sino que se construye colectivamente, desde el sentir, desde el barrio, desde la emoción y desde el derecho a narrarse.
Subakaneria no fue una estrategia curricular, fue un acto de justicia comunicativa. Fue un intento humilde —pero valiente— de devolverle a la escuela su sentido más profundo: ser un lugar donde todos y todas puedan ser escuchados con dignidad. Un espacio donde escribir, grabar, entrevistar, editar y publicar se convirtió en una forma de sanar, de resistir y de construir paz.
Este libro es la memoria de ese fuego. Es la historia viva de trece años de palabras sembradas como semillas, de reportajes que no buscaban fama sino verdad, de cámaras que enfocaban realidades ignoradas, de estudiantes que aprendieron que su voz no solo importa, sino que puede cambiar el mundo.
Aquí se recogen los errores, los aciertos, las lágrimas, las risas, las noches sin dormir, las clases convertidas en sala de redacción, las resistencias burocráticas, las alegrías pequeñas y los milagros cotidianos de una escuela que decidió no ser indiferente al silencio de sus propios hijos.
Escribo este prólogo no solo como fundadora y directora de Subakaneria, sino como testigo de un milagro pedagógico que nació con cero pesos, con muchas dudas, pero con un amor feroz por la palabra, por la justicia, y por los estudiantes que merecen ser protagonistas de su historia.
Hoy, más que nunca, sigo creyendo en esa chispa, apostándole al fuego que no quema, sino que alumbra, sigo caminando con ellos, los que antes no hablaban, y ahora narran el mundo con la fuerza de quien ha decidido no callar jamás.
Testimonio de la autora: por qué escribir este libro ahora
No escribo este libro desde la nostalgia, ni para recordar tiempos mejores, ni mucho menos para colgarle medallas a un proyecto que ha sobrevivido a todo.
Escribo este libro porque Subakaneria sigue vivo. Porque sigue resistiendo. Porque sigue necesitando ser contado.
Durante trece años, Subakaneria ha sido una extensión de mí. Nació de una convicción pedagógica, pero también de un amor visceral por la palabra, por la educación pública, por los estudiantes que la sociedad invisibiliza y por la idea de que un aula puede transformarse en trinchera, en estudio, en emisora, en periódico, en hogar.
He vivido este proyecto no como una tarea, sino como una vocación. Lo he dirigido aun con las adversidades, pero con el alma comprometida. Lo he visto crecer con mis estudiantes, transformarse con sus historias, dolerse con sus ausencias, y volverse cada día más necesario en un mundo que sigue sin escuchar a los jóvenes.
Pero este libro nace, sobre todo, porque en los últimos años, Subakaneria ha sido objeto de tensiones, manipulaciones e intentos de ser transformado en algo que no es. He visto cómo se ha querido instrumentalizar su plataforma, institucionalizar sin criterio su contenido, abrirlo sin filtros, y cargarlo de responsabilidades sin respaldo.
Y en medio de ese intento de vaciarlo de sentido, su historia —nuestra historia— merecía ser contada. Con verdad. Con alma. Con nombres y emociones. Porque Subakaneria no es una plataforma, es un proceso. No es un repositorio, es un territorio. No es un recurso más, es una comunidad viva, sensible, crítica y profundamente humana.
Escribo este libro para dejar memoria. Para que quienes vengan detrás no tengan que empezar de cero. Para que los silencios no nos traguen. Para que la palabra siga teniendo raíces.
Escribo este libro porque escribir también es resistir
Y porque, si algo he aprendido en estos trece años, es que cuando la palabra nace del dolor, del amor y del compromiso, deja de ser contenido para convertirse en huella.
Este libro no lo escribí sola. Lo escribieron mis estudiantes, sus cámaras temblorosas, sus voces valientes, sus textos sin ortografía y con todo el corazón. Lo escribieron quienes se atrevieron a hablar cuando no era fácil. Y lo escribo yo, porque no puedo permitir que Subakaneria sea contada por quien nunca la vivió, por quien no la lloró, ni la cuidó, ni la defendió.
Hoy, por dignidad, por memoria, por justicia y por fe en la palabra, este libro tenía que existir. Y aquí está.
Subakaneria: ni tarea, ni anexo… una revolución desde el aula “de estudiantes para estudiantes”
Subakaneria no nació para cumplir con una guía, ni para llenar un espacio dentro del currículo, ni para sumar una nota. Subakaneria no es una tarea. Nunca lo fue. Tampoco nació como un “anexo pedagógico”, ese lugar donde los proyectos que incomodan o no encajan terminan etiquetados para volverse invisibles. No fue un relleno institucional, ni un decorado para comités académicos.
Subakaneria fue, desde su primer aliento, una revolución silenciosa que comenzó con una pregunta sencilla pero poderosa: “¿y si les damos la palabra? ¿y si implementamos un periódico digital?”
Esa pregunta transformó todo, transformó un aula en sala de redacción, la timidez en crónica, el dolor de muchos en reportajes que conmovieron a toda una comunidad, convirtió la escuela en una caja de resonancia para voces que la sociedad nunca quiso escuchar.
Subakaneria no es un proyecto más. Es una trinchera amorosa. Un grito escrito. Una apuesta ética, pedagógica y profundamente política —en el mejor sentido de la palabra—, porque cree en la educación como acto de transformación, y en el lenguaje como camino para la paz.
Durante los primeros años, Subakaneria se sostuvo sin presupuesto, sin oficina, sin horarios formales. Pero se sostuvo, se sostuvo porque era real. Porque nacía de la necesidad. Porque cada estudiante que descubría que su historia valía la pena contar, también descubría que su vida valía la pena ser vivida con dignidad.
Este prólogo cierra con una verdad irrebatible: Subakaneria ha sido muchas cosas, menos una tarea escolar, ha sido una escuela de periodismo, de humanidad, de empatía, de resistencia. Una plataforma de formación crítica, una apuesta por la paz, una casa para la palabra.
Y sí: una revolución. No con gritos, con voces, con verdad, con cámara en mano y corazón dispuesto. Porque cuando el aula deja de ser un lugar de repetición y se convierte en un espacio para narrarse, el acto de educar deja de ser rutina y se vuelve transformación. Y eso, en un sistema que muchas veces se resiste al cambio, es y seguirá siendo una revolución.
Gloria Huérfano
Autora, fundadora y directora de Subakaneria
Bogotá D.C., 2025