Todo comenzó una tarde muy tropical en las Amazonas, con Leo, el puma, quien soñaba con descubrir qué había más allá de su hermoso bosque.
Sabía que tendría que cruzar desiertos, mares, ríos, llanos y montañas, pero estaba preparado para enfrentar nuevas aventuras y desafíos, así que emprendió su búsqueda.
Cuando salió de su bosque, atravesó una gran ciudad. Allí encontró contaminación, infinidad de edificios y descubrió que los humanos parecían vivir de los problemas.
Mientras avanzaba por las calles, Leo conoció a Juanda, un amante de la naturaleza, que sufría de mal de amores: su enamorada estaba en China, literalmente al otro lado del mundo.
Entonces, Leo le propuso:
—Juanda, ¿y si recorremos el mundo hasta llegar donde tu princesa, llevándole un pedacito de cada lugar que visitemos?
A Juanda le pareció una idea maravillosa. Así que, emocionados, trazaron una línea en el mapa: pasarían por Brasil, Estados Unidos, Francia, Rusia y, por supuesto, China.
Para su travesía, utilizaron el Terreneitor, un vehículo que podía volar y navegar. Decidieron partir hacia Brasil, viajando por el agua.
Allí, mientras pescaban, conocieron a Paulo, un tiburón blanco, quien les enseñó a pescar y les contó su anécdota:
—Yo viajaba hace dos semanas rumbo a México. En el trayecto me hice amigo de los delfines rosados. Cuando llegué, vi a unos turistas, pero al verme, salieron huyendo asustados. ¡Si supieran que los humanos no son mi comida favorita!
Aunque Paulo hablaba en portugués, ellos lo entendieron perfectamente. ¿Por qué sería?
Antes de seguir, en Brasil, compraron un collar de esmeraldas para la enamorada de Juanda.
Continuaron su camino a México, guiados por Paulo. Tras despedirse de él en México, siguieron hacia Estados Unidos.
Allí conocieron a Michael, un águila calva fría y arrogante, que estaba herida.
Juanda, sin dudarlo, le curó el ala derecha. Agradecido, Michael le dijo en inglés:
—Gracias, humilde caballero, por sanar el ala de este ser tan importante. ¿Tienes algo de comer? ¡Tengo hambre!
Juanda soltó una carcajada. A pesar de su arrogancia, le ofreció alimento y, a cambio, le pidió una pluma para su doncella.
Mientras se recuperaba, Leo lo llenaba de preguntas hasta quedarse dormido.
Una vez sano, Michael se despidió y volvió con su familia.
Siguieron su travesía volando hacia Francia.
Allí compraron pan francés y perfumes. Al aplicarse uno, atrajeron un grupo de abejitas.
La abeja reina, Pierre, se acercó y les dijo (en francés):
—Hola chicos, mi nombre es Pierre. Perdón por la interrupción, pero hueles delicioso. ¿Podríamos tomar un poco de tu colonia? A cambio, les ofreceremos miel pura.
Aceptaron el trato y obtuvieron miel para el viaje.
Después llegaron a Rusia, donde encontraron a un grupo de vikingos que veneraban a la rana D'mitry, quien predijo:
—Tu enamorada te espera, Juanda, y te extraña con ansias.
Animados, siguieron su rumbo por el agua. En el trayecto conocieron a Zhao, una bella ballena que, aburrida de sus vacaciones, decidió acompañarlos.
Finalmente, llegaron al puerto de China.
Llamaron a Sara, la enamorada de Juanda, para invitarla a cenar, entregarle todos los regalos y proponerle recorrer el mundo juntos.
Saray Callejas del grado 906